EL LOBO
Mi primer amor y único amor hasta el día de hoy, lo fue con un lobo.
Conocí al lobo en la universidad; era un hombre alto, corpulento, con una nariz que quiso ser aguileña pero no terminó de volar, su cabello abundante, rebelde y muy negro y con unos ojos de ánime japones que amé desde que los ví aunque no me di cuenta hasta tiempo después.
Nuestro primer encuentro no fue nada del otro mundo, lo miré, lo analicé y juzgué que era un hombre egocéntrico sin mas ni mas. Después de algunos meses hice el intento de emparejarlo con una amiga con tal de que ella dejara al patán con el que se terminó casando y con el cual al parecer es muy feliz; con las maniobras que hice para que fueran pareja, el lobo terminó un poco fastidiado de mi.
En la universidad el tiempo me pertenecía y me daba el lujo de jugar con él; en algún momento el lobo y yo comenzamos a coincidir, nos buscábamos, platicabamos, íbamos por café, buscamos pretextos para ir a su departamento y platicar las horas, yo me fascinaba con sus gustos tan peculiares en películas, series, caricaturas, música, literatura, filosofía y hasta en su psique.
El lobo era un hombre solitario, a sus 22 años venía de un divorcio en donde lo intentó todo, trató de salvar su matrimonio en un intento de reconstruir una familia que nunca tuvo y ansiaba tener con su amada y su bebé, pero ya saben como es la vida y a veces no bastan las buenas intenciones, simplemente ella tiene otros planes y de manera arbitraria los ejecuta.
Yo venía de una familia conservadora, con una padre alcohólico, muy devoto a la leer la biblia, misa de todos los domingos y un señor de familia; tanto así que tenia dos. Mi mamá una señora fuerte, dura porque le tocó mantener a su madre y a sus 5 hermanos después de que su padre falleció cuando ella tenia 17 años. Mi hermana una victima berrinchuda que fue mi protectora en la infancia, compartiendo un mundo mágico con ella, fue creciendo y nos separamos en la universidad en donde no soportó mis cambios y perder el control que siempre ejerció en mí.
No supe bien cuando me enamoré de Lobo; ademas, como todo en mi vida, la aceptación fue algo que tardó en llegar, hasta que ya era evidente, hasta que mi amor se salió de control.
Lo nuestro fue un amor desbordado, le apostamos al amor a lo grande porque creíamos en él, así que comenzamos a hacer lo que la gente enamorada y comprometida hace, conocimos nuestras familias, defendimos nuestro amor ante propios y extraños, nos adaptamos el uno al otro hasta que en algún momento nos mimetizamos, a mi me comenzaron a gustar sus intereses y a él los mío; yo hasta la fecha no se si algunos gustos son propios o siguen siendo solo por él.
Viajamos, nos amamos, nos peleamos, nos amamos más, nos peleamos con nosotros mismos por defender un amor tan grande que comenzaba a consumirnos, nos amamos aún más y la pasión se avivaba más, comenzamos a meterle lógica a nuestro amor y comenzó a caernos en la cabeza la imposibilidad de vivir de amor cuando no había tanta compatibilidad, mi amor se convirtió en una constante inseguridad y tu amor se convirtió en una división.
Terminamos pero no.
El lobo me dejó con lagrimas en los ojos, con la resignación de que simplemente ya no tenía fuerzas y yo me casé con la idea de que en algún momento de mi vida él retomaría fuerzas para seguir luchando por nuestro amor pero eso nunca sucedió, él volvía a mi cuando se cansaba de vagar y yo estaba ahí para perderme en esos ojos que amé desde que los ví; fueron años en los que viví esperando a que ese Lobo se cansara de aullarle a una luna tan lejana, sin saber que simplemente siempre fue su naturaleza y lo que no era natural para él, era el calor de un hogar, su naturaleza siempre ha sido la noche helada y el amor de esa luna inalcanzable que simplemente nunca le corresponderá.
Siempre quejándote de todo y a la vez fingiendo no darle importancia a nada, vives de esperanza pero no sabes ni que esperas.
Julio Cortázar
En algún momento de esos años de esperar a mi lobo me perdí, me fui de mi hogar, traté de superarlo, me pelié con su recuerdo, me resigné, seguí mi camino pero el lobo sigue aullando en mi cabeza, de vez en cuando lo escucho y la nostalgia se apodera de mi, siempre lo voy amar y cuando lo escucho en mi mente como hoy, recuerdo una frase de Chavela Vargas que dice:
¿Adiós?
No, nunca se dice adiós.
Se dice te amo.
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